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Los Dos Mil Mundos

La Concordancia de los Dos Mil Mundos es el bloque civilizacional dominado por la especie k'Kree, una cultura profundamente herbívora, colectiva y militante, cuyo sistema político se estructura como una teocracia expansionista con fundamentos ecológicos radicales.

A pesar de su nombre, la Concordancia incluye muchos más de dos mil planetas. La cifra es simbólica: representa la visión original de un orden galáctico sin depredadores, donde todos los mundos han sido purificados de especies carnívoras y sus derivados.

Los k'Kree son xenófobos, pero no genocidas por impulso. Su doctrina no exige exterminio indiscriminado, sino reeducación, conversión y terraformación masiva. Sin embargo, su intolerancia hacia culturas carnívoras —o incluso omnívoras— los convierte en una potencia de alto riesgo diplomático.

Internamente, la Concordancia se organiza como una red jerárquica de clanes, guiados por un Consejo de Ancianos Visionarios. Sus decisiones integran doctrina religiosa, análisis ecológico y objetivos estratégicos. Rechazan la psiónica, pero poseen una maquinaria logística de precisión extrema.

En el año 1201, la Concordancia mantiene un equilibrio tenso con sus vecinos. Aunque sus campañas de “purificación” han disminuido, su doctrina no ha cambiado: el universo debe limpiarse. Lo que ha cambiado es su táctica. Hoy operan mediante alianzas transaccionales, presión ideológica y diplomacia agresiva pero formalmente legítima.


Los Dos Mil Mundos en el Juego

En The Corporate Wars, la Concordancia no es una Lealtad negociadora: es una fuerza doctrinal con agenda propia.

Las Políticas jugables k’Kree no se fundan sobre planetas, sino sobre manadas migratorias y flotas ecológicas de terraformación biológica. Sus bases de operaciones son naves orbitales, plataformas de descenso o hábitats móviles adaptados a sus principios sagrados.

Sus narrativas giran en torno a la expansión doctrinal, la transformación ecológica y la imposición de normativas bioéticas en los entornos que penetran. No comercian, reforman. No pactan, corrigen.

Sus alianzas son raras, pero posibles cuando conviene a sus fines de largo plazo. Tratar con ellos requiere adaptarse a estándares estrictos: purgas alimentarias, compromisos ideológicos, rediseño de biosferas locales.

Para los jugadores, jugar con —o contra— los k’Kree es enfrentarse a una lógica ajena, impersonal y absoluta. No persiguen poder, sino pureza. No buscan riqueza, sino armonía ecológica total.

Las Políticas exitosas bajo esta Lealtad no se adaptan al sistema: lo redefinen.

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