Desde mundos fértiles y habitables hasta desiertos tóxicos y lunas heladas, cada cuerpo celeste presenta su propio conjunto de oportunidades y desafíos para la expansión, la explotación de recursos y el establecimiento de colonias.
A pesar de sus diferencias, todos los mundos tienen un valor estratégico determinado por su ubicación, accesibilidad y riqueza de recursos.
Las lunas, aunque menores en tamaño, pueden ser tan cruciales como los planetas mismos: su baja gravedad y cercanía a otros cuerpos celestes las convierten en puntos clave para la industria, el comercio y la defensa.
Muchas corporaciones establecen en ellas complejos mineros, estaciones de tránsito y bases operativas, utilizando su posición para controlar rutas comerciales o extraer materiales de difícil acceso.
El control de un mundo bien ubicado puede significar el dominio sobre una región, ya sea como centro industrial, nodo logístico o enclave militar.
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