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Simulación Distribuida

En entornos complejos como economías virtuales, ecosistemas persistentes o juegos multijugador a gran escala, la capacidad de simular múltiples sistemas en paralelo se vuelve esencial.

La simulación distribuida responde a este desafío mediante una arquitectura donde distintas unidades de cómputo —nodos— cooperan para ejecutar una simulación común, sincronizada pero descentralizada.


A diferencia de los modelos tradicionales, donde un único servidor central procesa el estado completo (o una porción determinada) del mundo, un sistema distribuido reparte la carga de trabajo entre múltiples nodos, cada uno responsable de ejecutar una parte de la simulación.

Estos nodos funcionan como ejecutores universales: pueden procesar cualquier tipo de tarea, desde simulación física hasta inteligencia artificial, lógica económica o sincronización de red.

Cada tarea dentro del sistema se representa como una unidad estructurada, con dependencias explícitas entre sí.

Esto permite organizar su ejecución en grafos dirigidos acíclicos (DAGs), que definen el orden natural de procesamiento sin necesidad de intervención manual.

Sin embargo, a pesar de esta independencia, los nodos deben coordinarse para mantener una visión coherente del mundo simulado.

Esta coordinación se logra a través de un sistema de sincronización multiescala: aunque cada nodo puede operar a una frecuencia distinta —procesando múltiples pasos internos antes de sincronizarse con los demás— todos respetan un marco común que define los puntos clave de alineación entre ellos.

En estos puntos de sincronización, los nodos intercambian información, resuelven dependencias inter-nodo y aseguran la coherencia de estado global.


Una de las características más potentes de este enfoque es su capacidad de adaptación.

El sistema es capaz de detectar desequilibrios de carga o bloqueos (stalls) en tiempo de ejecución.

Cuando esto ocurre, redistribuye automáticamente las tareas pendientes, y si es necesario, migra las entidades que las originan hacia otros nodos más ligeros.

Este mecanismo de balanceo dinámico permite mantener una ejecución fluida incluso en escenarios con picos de actividad localizados o cargas irregulares.


Durante cada ciclo de simulación global, los nodos ejecutan sus propios ciclos internos, de forma que distintos sistemas pueden operar con distintas resoluciones temporales dentro del mismo universo coherente.

Esto hace posible, por ejemplo, que un sistema estratégico de baja frecuencia coexista con una simulación física de alta resolución, sin interferencias ni latencias innecesarias.

Este modelo distribuido permite escalar la simulación a medida que crecen los mundos virtuales, las interacciones o el número de agentes implicados.

También abre la puerta a una mayor resiliencia, ya que la caída de un nodo no implica necesariamente la interrupción del sistema, sino una reconfiguración transitoria de la topología de ejecución.


En resumen, la simulación distribuida ofrece una solución robusta, escalable y adaptable para los sistemas complejos del futuro.

Al separar claramente las tareas, sus dependencias y su ejecución distribuida, permite modelar mundos ricos y dinámicos con una eficiencia que sería impensable en arquitecturas monolíticas.

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